La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha anunciado la
puesta en marcha del tercer reto mundial por la seguridad del paciente, cuyo
objetivo es, en cinco años, reducir en un 50% la carga mundial de efectos
nocivos yatrógenos causados por los medicamentos. La OMS aspira a conseguir un
alcance y un impacto mundiales similares a los logrados en los dos anteriores
retos mundiales: Una atención más limpia es una atención más segura y La
cirugía segura salva vidas.
En este tercer reto, cuyo título es Medicación sin daños, se
invita a los ministros de salud a establecer planes nacionales que abarquen
cuatro aspectos de la seguridad en el uso de los medicamentos: la participación
de los pacientes y el público en general; los medicamentos como productos; la formación,
capacitación y seguimiento de los profesionales sanitarios, y los sistemas y
prácticas de la gestión de medicamentos. Además, la OMS debe utilizar su poder
de convocatoria y de coordinación para impulsar una serie de medidas de alcance
mundial relacionadas con la seguridad en el uso de los medicamentos.
En el presente artículo nos centramos en tres áreas
prioritarias de la seguridad en el uso de los medicamentos que afectan en mayor
grado a los pacientes, del mismo modo que la higiene de las manos y la lista de
verificación de la seguridad de la cirugía se eligieron como lemas principales
en los dos primeros retos. Estas tres áreas son: las situaciones de alto
riesgo, la polimedicación y las transiciones asistenciales. En cada una de
ellas se producen numerosos daños a los pacientes y, por tanto, su gestión
adecuada podría reducir este riesgo.
Hay algunas clases de medicamentos que pueden causar
reacciones adversas con mayor facilidad: suelen ser los que tienen un índice
terapéutico estrecho, lo cual significa que cometer un pequeño error de
dosificación puede tener consecuencias catastróficas. Por ejemplo, el uso de
warfarina como anticoagulante es una situación clínica de alto riesgo porque
pueden producirse hemorragias cuando el índice internacional normalizado del
paciente sea demasiado elevado, y trombosis cuando sea demasiado bajo.
La Comisión de Excelencia Clínica de Australia ha resumido
las medicaciones de alto riesgo en el acrónimo «A PINCH» antinfecciosos;
potasio y otros electrolitos; insulina; narcóticos y otros sedantes;
quimioterápicos (chemotherapeutic en inglés) y otros inmunosupresores, y
heparina y anticoagulantes. Sin embargo, esta clasificación no es exhaustiva;
por ejemplo, hay otros medicamentos que conllevan riesgos para pacientes con
enfermedades preexistentes, como la insuficiencia renal crónica.
Los investigadores se han centrado en determinadas clases de
medicamentos importantes para elaborar intervenciones que reduzcan las lesiones
causadas accidentalmente por su uso. En estas intervenciones se pueden utilizar
soluciones para las que no se necesita mucha tecnología, como los diarios de
medicación que deben rellenar los pacientes, o aprovechar las posibilidades de
las tecnologías digitales, como los sistemas de apoyo a la toma de decisiones
clínicas vinculados con las historias clínicas electrónicas.
Hoy en día muchos pacientes deben tomar varios medicamentos,
habida cuenta del aumento de la longevidad, del mayor acceso a un número más
amplio de opciones terapéuticas y de que, con frecuencia, padecen más de una
enfermedad. Por esta razón, la probabilidad de que se produzcan interacciones
farmacéuticas es más elevada. Por otro lado, los pacientes de edad avanzada
pueden encontrar más dificultades para cumplir con pautas terapéuticas que son
complejas, y ello podría conducir a errores en la toma de la medicación.
Se han realizado algunos avances para determinar cuáles son
los antecedentes de tratamiento farmacológico y las combinaciones de fármacos
particularmente problemáticos, con el fin de establecer distintos niveles de
riesgo y también métodos para reducirlos, entre otros la supresión de algunos
medicamentos prescritos, como se ha hecho en el Canadá y en los Estados Unidos
de América. Sin embargo, estas iniciativas solucionan solamente una parte del
problema de la polimedicación.
La tercera área prioritaria es la reducción de los daños
causados por los medicamentos durante las transiciones asistenciales. Cuando,
al trasladar a un paciente, no se comunica eficazmente la información relativa
a los medicamentos o los factores de riesgo subyacentes, se pueden producir
errores relacionados con la medicación. Esto puede ocurrir en traslados entre
centros de salud (por ejemplo, de un centro de atención primaria a un hospital)
o entre unidades de un mismo centro (por ejemplo, entre servicios de consultas
externas de neumología y de cardiología).
Hay varias iniciativas encaminadas a mejorar la comunicación
en estas transiciones: los procedimientos operativos normalizados para ayudar a
conciliar la medicación, como el Proyecto «High 5s» de la OMS; el examen por
el farmacéutico de la medicación que toman los pacientes en el ingreso y el
alta hospitalarios; un resumen de la historia clínica que incluya los
principales diagnósticos, alergias y medicamentos, y los sistemas que permiten
compartir aplicaciones basadas en internet e historias clínicas electrónicas.
Estas tres prioridades del tercer reto mundial por la
seguridad del paciente no se excluyen mutuamente, ya que muchos pacientes están
expuestos al riesgo combinado de las reacciones adversas, la polimedicación y
los errores en la comunicación. Los profesionales sanitarios deberían prestar
especial atención a los pacientes que corren mayor riesgo de sufrir lesiones
graves e incluso la muerte a causa de daños relacionados con el tratamiento
farmacológico.
Para lograr mejoras en estas tres áreas es necesario que las
instancias decisorias y los responsables de las autoridades sanitarias concedan
prioridad a la seguridad en el uso de los medicamentos, tal y como hicieron en
los dos primeros retos. Para ello deben comprender claramente el contexto en
que los medicamentos pueden perjudicar a los pacientes en una amplia gama de
entornos asistenciales. Hay varias medidas de aplicación para prevenir estos
daños: la educación y el empoderamiento de los pacientes y sus cuidadores, la
elaboración de herramientas de ayuda a los profesionales sanitarios que
trabajan en primera línea y el diseño de nuevos sistemas de atención de más
flexibilidad y resistencia frente a los factores que predisponen al riesgo de
que se produzcan errores relacionados con la medicación.
Fuente: Organización Mundial de la Salud - Ver más sobre OMS/OPS