Los expertos indican que crece a un ritmo alarmante y
enfatizan que cada vez es más precoz; inculcar buenos hábitos alimentarios, una
de las claves para prevenir.
Las mejillas redondas y los pliegues en las articulaciones
que hacen recordar una publicidad de neumáticos, en suma, la imagen de querubín
de Rembrandt que cautivaba a nuestras abuelas se está transformando en un dolor
de cabeza para padres, pediatras y sanitaristas. Considerada por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) "uno de los más serios problemas
del siglo XXI", la obesidad infantil está creciendo en el país "a un
ritmo alarmante" y anticipa un futuro complicado.
El Panorama de Seguridad Alimentaria y Nutricional elaborado
por la OPS/OMS y la FAO ubica a la Argentina primera en el ranking regional de
obesidad. Según ese informe, el 9,9% de los niños menores de cinco años padecen
el problema. Para otros organismos, en cambio, figura segunda con un 7,3%.
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En el primer ranking, al país lo siguen Perú, con 9,8%, y
Chile, con 9,5% . "En escuelas y en chicos de entre 11 y 12 años, llegamos
a ver hasta un 48% de obesidad", dice Irina Kovalskys, coordinadora del
comité de nutrición, obesidad y actividad física de Ilsi (Instituto
Internacional de Ciencias de la Vida) y docente de la carrera de Nutrición de
la Universidad Favaloro.
Aunque hasta hace algunos años el sobrepeso y la obesidad
eran percibidos como un problema de los países desarrollados, en la actualidad
la epidemia se extiende a una velocidad de vértigo a los países de bajos y
medianos ingresos. Según la Federación Interamericana del Corazón, se estima
que en América latina la prevalencia de sobrepeso y obesidad en chicos menores
de 5 años es de más del 7%; en escolares hasta los 11, de entre el 18,9 y el
36,9%, y en adolescentes de 12 a 19 años es del 16,6 al 36,8%. Es decir, del
total de niños y adolescentes de América latina entre el 20 y el 25% de la
población tiene sobrepeso y obesidad.
"La obesidad es un fenómeno global que no parece ceder
y que impacta con mayor intensidad en nuestros países -dice Esteban Carmuega,
director del Centro de Estudios sobre Nutrición en la Infancia (Cesni)-. En
adultos, la Argentina incrementó un 18% el exceso de peso en la última década,
pero la obesidad un 45%. Según la Encuesta Mundial de Salud Escolar, hecha en
2007 y 2012, en los adolescentes, el incremento del sobrepeso fue un 16% y el
de la obesidad un 34%. Hoy, uno de cada cuatro escolares tiene sobrepeso.
Probablemente la mayor parte de ellos serán adultos obesos y el tratamiento es
poco eficaz. En 30 años, nuestras guardias estarán colapsadas de diabetes e
infarto temprano."
Este panorama no presenta grandes diferencias entre las
distintas provincias, ni entre ciudades y medio ambiente rural.
Comer por placer
"El signo obesidad se está haciendo cada vez más precoz
-coincide el doctor Julio Montero, ex presidente de la Sociedad Argentina de
Obesidad y Trastornos Alimenticios (Saota)-. Esto permite prever que el futuro
para estos chicos y para el conjunto de la población no es muy
esperanzador."
Aunque la obesidad en la infancia se asocia menos con
hipertensión o resistencia a la insulina, como sucede en los adultos, lo que sí
se sabe es que precede y es un condicionante de la obesidad del adulto, de muy
difícil tratamiento. "Una vez establecida, es menos curable que muchas
formas de cáncer", dice Carmuega.
"El verdadero problema es que no sabemos cuáles son las
causas de la obesidad infantil -explica el especialista-. Sí conocemos algunos
mecanismos, sabemos que no hay una sola obesidad, sino muchas, y que su
consecuencia final es el aumento de la masa lipídica."
"El exceso de peso muestra que hay una respuesta
acelerada e inconveniente -subraya Montero-. No es inadecuada: por el
contrario, es adecuada al entorno. Está vinculada con la aparición de patrones
metabólicos que cuando persisten en forma crónica se acompañan del desarrollo
de enfermedades."
Para el nutricionista chileno Ricardo Uauy, "la
obesidad se debe en forma predominante a un desbalance entre lo que comemos
(alimentos que nos aportan energía) y lo que gastamos (cuán activos somos en
nuestros trabajos y en nuestro tiempo libre). Si comemos más de lo que
gastamos, nos ponemos obesos. Esto suena muy simple, pero la realidad es que
hoy en día no comemos para alimentarnos, sino por el placer de lo dulce y de lo
salado; o por 10 o más razones que cada persona tiene. Por cierto, el marketing
comercial nos invita a sobreconsumir una y mil veces, y en paralelo nos ponemos
más sedentarios; de forma tal que la energía no gastada independientemente de
su origen nos lleva a acumular grasa más allá de una reserva moderada para los
tiempos de vacas flacas. En esto, las leyes de la conservación de la energía
son muy claras.
Factores de riesgo
Según los especialistas, la obesidad en la niñez se debe a
la combinación de varios factores. "En lo que más atención se pone es en
el exceso de comida, pero esto no va desligado de la calidad -destaca Montero-.
Hay comestibles que generan mayor necesidad de comer y condicionan nuestro
metabolismo para que el exceso sea convertido en grasa de reserva. Otros
fenómenos son secundarios: la actividad física es un «disimulante». Aquel que
hace actividad física tendrá una amortiguación mayor de los procesos
obesogénicos, pero es difícil que el nivel de actividad física sea suficiente
para prevenir la obesidad. Lo mismo ocurre con el crecimiento: mientras estos
chicos se alargan, la sobrealimentación queda disimulada, pero cuando se
detiene el crecimiento, se da rienda suelta a las modificaciones
corporales."
También para Carmuega, la obesidad no es sólo comida.
"Eso lleva a pensar que sólo modificando el componente alimentario
terminamos con el problema. Hay que cambiar la dieta, seguro, pero también hay
que modificar otras cosas -destaca-. La malnutrición es resultado de una trama
multifactorial que se instala a lo largo de todo el ciclo vital y es más
compleja que exceso o déficit de calorías."
Por eso, la estrategia recomendada en el mundo es la
prevención basada en intervenciones desde el embarazo hasta los años escolares.
Cada vez hay más evidencia de que el exceso de peso al iniciar
el embarazo o el aumento a lo largo de la gestación aumenta el riesgo en el
bebe. "El riesgo de obesidad en la progenie es 48% mayor en las madres que
tuvieron una progresión superior a las recomendaciones", dice Carmuega.
Pero esto no afecta sólo a las mujeres. Hoy se sabe que los
hijos de padre y madre obesos tienen el doble de riesgo de sobrepeso, y que
éste se reduce a la mitad cuando sólo uno de los progenitores lo es. "El
esperma de padres con exceso de peso también genera mayor riesgo de obesidad",
puntualiza el especialista.
Otro aspecto por tener en cuenta es el sueño. "Cuando
los chicos duermen menos, especialmente en los preescolares, hay tendencia a
engordar -agrega el científico-. Y esto ocurre por el uso de las pantallas, la
oferta de TV... El ocio se ha hecho más divertido. Los padres estamos más
tiempo fuera de casa y mucha de la interacción se da en ese momento. También,
las actividades paraescolares son cada vez más."
Montero, por su parte, recomienda tener bien en claro cuáles
son los alimentos que deberían representar el 80 o 90% de la nutrición de un
chico sano. "Son los que algunas vez han sido tejidos vivos -asegura-:
carnes, huevos, plantas, frutas, frutas secas... Todos éstos se les pueden
ofrecer sin temores, porque los van a comer de acuerdo con su necesidad. Cuando
el chico se acostumbra a comer dentro de su casa, lo hace de determinada forma,
y reserva lo demás sólo para momentos especiales, no hay problema. Los granos o
cereales deben ser las semillas y no los subproductos. En cuanto a las grasas,
mientras formen parte de un alimento natural, no deberían ser eliminadas. Lo
que no deberíamos comer son las agregadas."
El impacto silencioso en los chicos
Desde los años 70, numerosos estudios mostraron la tendencia
al arrastre de los factores de riesgo cardiovascular asociados con la obesidad.
"Se vio que el aumento de la grasa corporal total y de la visceral están
asociadas con insulinorresistencia e incremento de la incidencia de diabetes
tipo II en la adolescencia", explica la doctora Carmen Mazza, ex jefa de
la sección Nutrición y Diabetes del Hospital Garrahan, una de las pioneras en
la investigación de la obesidad infantil y sus efectos metabólicos. Mazza
subraya que si bien las cifras del país aún no son tan impresionantes como las
de EE.UU. (donde el aumento de la prevalencia de diabetes tipo II en chicos a
lo largo de los últimos 30 años pasó del 2% a entre el 16 y el 20%), estudios
publicados por su grupo mostraron la presencia precoz de resistencia a la
insulina y factores inflamatorios en chicos obesos. "En la población que
estudiamos, entre el 8 y el 10% ya tenía alteraciones claras en el metabolismo
de los hidratos de carbono y el 2% tenía diabetes tipo II. Una tercera parte
mostró alguna alteración en los lípidos, y entre el 15 y el 20% tenía valores
altos de presión arterial -destaca-. En el país, tres de cada 10 chicos tienen
obesidad o sobrepeso, y el 50% de ellos ya presenta algún factor de riesgo
cardiometabólico."
Fuente: Diario La Nación - Ver más sobre Obesidad