martes, 11 de noviembre de 2014

La peligrosa relación entre la fibrilación auricular y el ACV

La alteración más frecuente del ritmo cardíaco aumenta cinco veces el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular. Las expertos detallan los síntomas de alerta y qué se puede hacer para prevenirlo.

La peligrosa relación entre la fibrilación auricular y el ACV En países desarrollados, el 80 por ciento de los accidentes cerebrovasculares (ACV) es de origen isquémico por oclusión arterial, atribuyéndose una quinta parte de ellos al cardioembolismo por fibrilación auricular (FA), que consiste en la oclusión de una arteria cerebral por causa de un trombo proveniente del corazón.

Las consecuencias del ACV producido por fibrilación auricular son devastadoras: causan un 50 por ciento más de discapacidad y el doble de mortalidad que los ACV por otras causas, motivo por el cual la prevención constituye un eslabón terapéutico fundamental.

Las cifras mundiales señalan que en 2008 unas 6,2 millones de personas fallecieron por un ACV.

La FA es una arritmia que afecta al 1% de la población total; su prevalencia aumenta de manera creciente con la edad hasta llegar al 10% en personas mayores de 80 años y se estima que una de cada cuatro personas mayores de 40 años tendrá FA a lo largo de su vida.

Para latir, el corazón cuenta con un sistema de conducción eléctrica que envía señales o impulsos a través de las cámaras cardíacas superiores (aurículas) e inferiores (ventrículos). De esta forma, se logra un ritmo regular y coordinado. Cuando se altera la corriente eléctrica del corazón, éste modifica su ritmo, ya sea latiendo muy rápido (taquicardia), muy despacio (bradicardia) o en forma irregular (fibrilación auricular).

La FA consiste en una anomalía del ritmo cardíaco, que se presenta rápido e irregular. En estos casos, el impulso eléctrico del corazón no es regular y ciertas partes del corazón no pueden contraerse con un patrón coordinado. Como resultado, el corazón no puede bombear suficiente sangre para satisfacer las necesidades del organismo.

El doctor Jorge González Zuelgaray, presidente de la fundación Arrhythmia Alliance Argentina, remarcó que el principal riesgo asociado con la FA es el ACV: "Esto se debe a que cuando las aurículas no se contraen en forma efectiva, la sangre se puede estancar y formar coágulos que si se desprenden y viajan al cerebro pueden causar una obstrucción, lo que genera el ACV. Además, la frecuencia cardíaca elevada durante largos períodos de tiempo puede dañar al corazón, provocando insuficiencia cardíaca, e inclusive aumentar levemente el riesgo de muerte".

"Cuando la fibrilación auricular se detecta, es posible tratarla y controlarla para evitar consecuencias tales como el ACV, que puede causar discapacidad y muerte. Con una medida tan sencilla como tomarse el pulso, ya es posible sospechar si algo está funcionando mal en el ritmo cardíaco, y consultar al especialista antes de que sea demasiado tarde", añadió el experto.

Nuevas alternativas

En los pacientes con FA, uno de los pilares terapéuticos se basa en la administración de anticoagulantes; no obstante, hay un grupo de individuos, calculado en alrededor del 20 por ciento, que no pueden recibir anticoagulación debido a su alto riesgo de sangrado, con lo cual esta terapia se encuentra contraindicada.

Para este nada despreciable porcentaje de pacientes, ya se está utilizando en la Argentina una técnica por cateterismo de muy bajo riesgo denominada "cierre de la orejuela o apéndice auricular izquierdo", que puede reducir el riesgo de un evento cerebrovascular en un 60%, según señalaron desde el Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI).

"La forma sencilla de prevenir la formación de coágulos es dándoles a estos pacientes anticoagulantes: hace muchos años que está comprobado que los anticoagulantes clásicos y los más modernos sirven para la prevención y reducen en más de un 60 por ciento el riesgo de que el paciente vaya a sufrir un ACV. Pero la realidad es que hay un porcentaje de pacientes, de por lo menos el 20 por ciento, que no pueden recibir anticoagulantes", sostuvo el doctor Aníbal Damonte, médico especialista en cardioangiología intervencionista e integrante del CACI.

Precisamente, el denominado "cierre de la orejuela de la aurícula izquierda" tiene como objetivo prevenir el riesgo de que algún coágulo que se forma en esa cavidad específica, pueda movilizarse desde ahí y producir lo que se llama una embolia cerebral, un ACV o una oclusión de una arteria periférica. Como el 90% de los coágulos en los pacientes que tienen FA se forma y se aloja en esa suerte de "apéndice" o "bolsillo", cerrarlo en aquellos individuos que no pueden recibir medicación anticoagulante constituye una estrategia sumamente valiosa.

"En la orejuela de aurícula izquierda es donde más estancamiento de sangre se presenta: se calcula que el 90 por ciento de los trombos se produce en esa cavidad. Por este motivo, se coloca en esa especie de "bolsillo" una suerte de tapón de una aleación de nitinol de medidas variables, según el tamaño de la orejuela a ocluir, un dispositivo muy similar al que se utiliza para el tratamiento de los defectos congénitos del corazón, pero con un diseño distinto", describió el doctor Arturo Fernández Murga, también cardioangiólogo intervencionista y presidente del CACI.

"Para realizar esta intervención -añadió-, se ingresa por la vena cava inferior a través de la ingle del paciente, se pasa al lado izquierdo del corazón, mediante una punción del tabique que separa ambas aurículas, y se cierra la orejuela".

Según señalaron los representantes del CACI, hay un 3% restante de pacientes en los que no se puede colocar bien el tapón, por razones anatómicas de la orejuela. También sostuvieron que a largo plazo, las personas intervenidas tienen una tasa de reducción del ACV similar o mayor a quien toma el anticoagulante oral, indicado como tratamiento clásico.

El procedimiento, técnicamente denominado "cierre percutáneo de la orejuela auricular izquierda", llegó a la Argentina en 2009.

Cifras que preocupan

El ACV es la primera causa de discapacidad y la segunda causa de muerte en nuestro país: cada cuatro minutos una persona es víctima de un ACV. "Casi un 30% de los sobrevivientes queda con discapacidad permanente. Y, a las lesiones físicas cotidianas que genera (como alteración o pérdida del caminar, vestirse, comer, bañarse, hablar, entender o escribir) se suman discapacidades personales y laborales que precisan una neuro-rehabilitación no sólo biológica sino también educativa e interdisciplinaria", alertó por su parte la doctora Laura Grynberg, de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).

Durante mucho tiempo se describió al ACV como una patología de personas mayores, sin embargo, en los últimos años, los especialistas se muestran preocupados por el aumento de casos en hombres más jóvenes.

En ese sentido, Grynberg hizo hincapié en que la Tercera Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de 2013 reveló que el sobrepeso y la obesidad -dos patologías que aumentan el peligro de sufrir un ACV- han mostrado un aumento con respecto al relevamiento realizado en 2009: con porcentajes del 37.1 y 20.8 respectivamente.

Asimismo, enfatizó que ese documento constató la prevalencia de presión arterial y colesterol elevados entre la población.

Síntomas

Según apuntó Grynberg, el ACV se caracteriza por producir debilidad o adormecimiento de la cara, brazo o pierna, usualmente de un lado del cuerpo. "También, puede presentarse dificultad para hablar, comprender o tragar; dificultad para ver con uno o ambos ojos; visión doble; pérdida del equilibrio o coordinación; vértigo; dolor de cabeza súbito y de máxima intensidad, sin causa aparente", añadió.

Por otra parte, la profesional de la FCA remarcó que es importante saber que sólo uno de cada cuatro pacientes que sufre un ACV llega a tiempo al hospital, y la misma proporción es la que muere dentro del año posterior al evento. "Por eso, resulta fundamental reconocer los síntomas rápidamente para intervenir a tiempo, ya que únicamente dentro de las primeras seis horas aproximadamente de producido un ACV isquémico puede aplicarse el tratamiento específico que permita revertir o minimizar los daños", insistió la especialista, quien recordó que los factores de riesgo de ACV son los mismos que los de enfermedad cardiovascular: hipertensión arterial, falta de control de la diabetes, consumo excesivo de alcohol, fumar, colesterol elevado, el sedentarismo, la obesidad y la drogadicción.

También comentó que existen otros factores que aumentan el riesgo de padecer un ACV pero que no se pueden modificar:

* Ser mayor de 55 años.

* Ser hombres.

* Tener antecedentes familiares de enfermedad coronaria o cerebrovascular, o haber sufrido un ACV.

Para finalizar, Grynberg subrayó que resulta fundamental concientizar a la población sobre la importancia de adoptar estilos de vida y comportamientos saludables, a fin de revertir conductas que pueden resultar nocivas. Entre ellos incluyó:

* Controlar la presión arterial con frecuencia.

* Abandonar el cigarrillo.

* Llevar una dieta saludable.

* Hacer ejercicio físico bajo supervisión médica.

* Controlar la diabetes.

* Controlar y tratar las enfermedades del corazón.

Fuente: Diario La Prensa