Un millón de niños murieron en 2012 durante las primeras las
24 horas tras el nacimiento. La mortalidad infantil antes de cumplir los cinco años se ha
reducido a la mitad desde 1990. Un informe de "Save the Children".
Un bebé de seis días durante su primer chequeo médico en una clínica de Save the Children en Bangladesh. |
“He parido seis hijos. Todos ellos nacieron en casa sin que
hubiera un doctor. Tres de mis niños murieron una semana después de nacer
porque no recibieron asistencia médica. Sabemos que fallecieron por esa falta
de asistencia, pero ¿qué podíamos hacer si no podíamos pagar ir al médico? Es
terrible. Sabíamos que teníamos que ir pero no podíamos. Y no soy la única
madre que ha perdido a sus hijos, hay otras muchas como yo”, relata Shefali,
que vive en un pueblo en Bangladesh, a seis horas a pie del centro médico más
cercano a su casa, en el informe de Save the Children sobre mortalidad infantil
publicado este martes.
La historia de Shefali es la de miles de mujeres en el mundo
que ven cómo sus bebés no sobreviven a los primeros (y sus únicos) días de vida
por causas en su mayoría evitables con la ayuda de personal cualificado como
médicos, enfermeras o matronas. Según el documento de Save the Children Acabar
con la mortalidad Infantil, un millón de niños murieron en 2012 en las primeras
24 horas tras el nacimiento; una cifra que se eleva a 2,9 millones si contamos
los que no superan los primeros 28 días.
El mundo “ha progresado considerablemente”, pese a los
abultados datos, en cuando a la reducción de la mortalidad infantil, indica la
ONG. Mientras que en 1990, 12,6 millones de menores morían antes de cumplir los
cinco años, en 2012 esta cifra había caído a la mitad (6,6 millones). “Esta
reducción se ha producido gracias a programas de inmunización contra
enfermedades, la planificación familiar, programas nutricionales y también a la
mejora de las economías en países en vías de desarrollo”, señala el documento.
La cifra podría ser mucho mejor, según la organización, si
las mujeres recibieran asistencia especializada y profesional durante el
embarazo y el parto. En el mundo, 40 millones de mujeres al año dan a luz sin
ayuda de personal preparado. De ellas, dos millones aseguran que estaban
completamente solas durante el alumbramiento, la mayoría en África subsahariana
–donde el 51% de los partos se producen sin ningún tipo de atención médica– y
en el sureste asiático (41%). Con la intervención de personal cualificado se
evitarían el 45% de las muertes de bebés durante el parto y el 43% de los
fallecimientos en el primer día, asegura la ONG.
Un ejemplo de ello es la historia de Rose, de República
Democrática del Congo. Tuvo a su bebé en una clínica que está cerca de su casa
y a la que pudo llegar a pie cuando comenzó a tener contracciones. Tuvo un
parto largo y el bebé no respiraba, pero las enfermeras lograron reanimarle.
“Me hizo muy feliz cuando vi que mi hijo estaba vivo. Tuve suerte, pero otras
mujeres en mi país no la tienen”, relata Rose en el documento de Save the
Children.
Las principales causas de las muertes prematuras se producen
por complicaciones que se podrían evitar o salvar con asistencia médica, pero
en países como Guinea, Níger, Sierra Leona o Somalia cuentan con menos de dos
personas con cualificación para la atención durante el alumbramiento (doctoras,
enfermeras o matronas) por cada 10.000 habitantes. Son muy pocas teniendo en
cuenta que se considera crítico cuando hay menos de 23.
Las principales causas de mortalidad infantil en los primeros
días de vida son complicaciones derivadas de partos prematuros (34%), muchas
prevenibles con suplementos alimenticios –ya que la malnutrición materna crea
propensión a tener niños con bajo peso y débiles– y un seguimiento prenatal;
problemas durante el nacimiento aun completados los nueve meses de embarazo,
como la asfixia del bebé, que provocan el 24% de las muertes; seguidas de
infecciones, muchas prevenibles con prácticas seguras e higiénicas durante el
alumbramiento.
Los niños no son las únicas víctimas. La mortalidad materna
durante el parto también es muy elevada en países donde las mujeres tienen los
hijos sin ayuda médica. Derese, un granjero de Etiopía lo sabe bien. Su mujer
murió hace pocos meses mientras daba a luz a su décimo hijo (aunque solo cinco
siguen vivos). “Si pudierais ver mi interior, veríais el fuego que me quema. Sé
que es porque soy pobre y no tengo dinero por lo que no pude salvar a mi mujer.
Siempre que pienso en ella me siento culpable”, asegura.
Fuente: Diario El País