Una asociación relevó las ocho conductas más comunes del
hostigamiento entre pares y sus efectos; proponen incorporar una materia sobre
habilidades sociales.
El mundo adolescente tiene su propia violencia, a la que los
adultos no parecen estar prestándole atención: 4 de cada 10 chicos de entre 13
y 16 años son víctimas del bullying y sólo reclaman que les presten atención
cuando piden ayuda para que termine lo que viven como un "calvario",
de acuerdo con los resultados de un relevamiento de la Asociación Ciudades Sin
Bullying.
"El problema se agrava cuando docentes y familias
minimizan las actitudes de acoso por parte de los pares y cuando desde el
Estado no hay una política pública específica y sostenida", aseguran desde
el equipo de investigación que lideró Guillermina Rizzo, doctora en psicología
y titular de la asociación.
Coacción, hostigamiento, intimidación, amenazas, agresiones
y bloqueo, exclusión y manipulación social son las principales formas que
adopta el hostigamiento entre los adolescentes. En todos los casos, cuando el
mundo adulto no interviene a tiempo, los daños emocionales y psicológicos de
las víctimas se traducen en un problema de salud pública.
Ansiedad, estrés postraumático, baja autoestima, distimia,
recuerdos y sensaciones negativos que vuelven una y otra vez, y hasta malestar
físico o enfermedades son algunas de las consecuencias del acoso y de la
violencia escolar.
De acuerdo con la experiencia de la asociación en distintos
puntos del país, esto no se resuelve con un día de reflexión en el aula, sino
con la "urgente" incorporación de una materia escolar sobre convivencia
y habilidades sociales.
Aunque en el estudio participaron 1700 estudiantes
secundarios de colegios de la provincia de Buenos Aires, los datos coinciden
con estudios previos en otros sitios del país. "Pudimos corroborar lo que
recogemos en las distintas ciudades durante los talleres sobre bullying con los
chicos y los adultos. Era la percepción que teníamos", comentó Rizzo, que
empezó a estudiar esta realidad adolescente con la masacre escolar de Carmen de
Patagones de 2004 y en la que un alumno disparó un arma de fuego contra sus
compañeros en el aula del Instituto Nº 202 Islas Malvinas.
Allí murieron tres chicos y cinco quedaron heridos. Cuando
la jueza le preguntó al adolescente de 15 años por qué estaba enojado con sus
compañeros, le respondió: "Me molestan... Siempre me molestaron, desde el
jardín... Desde el séptimo que pensaba hacer algo así".
-¿Y cómo es que te molestan?
-Y... me cargan. Dicen que soy raro. Me joden porque tengo
este grano en la nariz...
Este diálogo con la jueza Alicia Ramallo aparece en Juniors.
La historia silenciada del autor de la primera masacre escolar de
Latinoamérica, de los periodistas Miguel Braillard y Pablo Morosi. En el
relevamiento de Ciudades Sin Bullying, el 39,3% de los estudiantes dijo ser
víctima, justamente, de la ridiculización, las burlas, el desprecio, los apodos
o las imitaciones que faltan el respeto. Esto define el hostigamiento, una de
las ocho conductas del bullying.
Otra es la intimidación y el 30,6%, sobre todo mujeres, dijo
padecerla a través de persecuciones, amedrentamiento o acoso a la salida de la
escuela. Un 22,5% mencionó específicamente las amenazas y un 44%, la coacción
para hacer algo en contra de su voluntad, que prefería no comentar por temor y
vergüenza.
Un 40% convivía con el bloqueo social: sus compañeros no lo
dejaban jugar en grupo ni hablar o relacionarse con otros hasta hacerlo llorar
frente a los demás. El 34,2% padecía la exclusión total del grupo y un 25,6%
sufría la manipulación social a través de acciones que inducían el rechazo en
el grupo. Un 26% fue centro de agresiones.
En todos los casos, los victimarios cuentan con
"espectadores" que presencian, festejen o no el acoso, o graban todo
con el celular para subirlo a las redes sociales.
En primera persona
En la investigación aparece una historia, la de Cintia, que
contó, como el resto, su experiencia.
Día 1, en el aula, durante la clase de química:
-Profe, los chicos me dicen gorda.
-Volvé a tu silla y no molestes más.
Día 2, en el aula:
-Profe, los chicos me dicen bola de grasa.
-¡Ayyy, Cintia! A ver si te dejás de quejar. Y ustedes
[dirigiéndose a la clase], por qué no resuelven la fórmula.
Día 3, durante el recreo:
-Profe, no puedo ir al baño. Me amenazan con encerrarme.
-No puedo atenderte, voy a la sala de profesores. Luego
hablamos.
Día 4. Cintia entra al aula del recreo con un golpe en la
cabeza y, ante la pregunta, dice: "Profe, me habían avisado por el grupo
de WhatsApp que me iban a pegar...".
Durante el estudio, que incluyó una encuesta de 50 preguntas
para conocer la frecuencia del hostigamiento y la detección de daños
psicológicos a través de 44 afirmaciones, los adolescentes expresaron un
reclamo común: que un adulto intervenga. "Siempre piden que termine el
hostigamiento, que viven como un verdadero calvario", dijo Rizzo. De hecho,
un 32% de las víctimas de bullying sufría de flashbacks o "invasión de
imágenes, sensaciones o recuerdos no deseados" con los que reviven el
acoso durante el día o mientras duermen.
El 30,7% padecía ansiedad, el 27,5% reunía los síntomas del
estrés postraumático, el 25,5% tenía signos de depresión, el 29% sufría de
síntomas físicos (dolores de panza u otros malestares), el 23% tenía una imagen
negativa de sí mismo y casi un 30% expresaba autodesprecio u odio hacia sí
mismo, un indicador de riesgo de suicidio. "Nuestros resultados coinciden
con la Organización Mundial de la Salud cuando habla de que el bullying es una
epidemia del siglo XXI porque no respeta fronteras ni clases sociales",
dijo Rizzo.
Liliana Caro, profesora de la Facultad de Psicología y
Psicopedagogía de la UCA, leyó la encuesta a pedido de LA NACION: "Es
interesante e invita a generar estrategias para abordar el bullying dentro y
fuera de las escuelas". Recomendó que los padres estén atentos a cambios
"significativos" en sus hijos (el humor, las ganas de ir a la
escuela, los malestares físicos, los hábitos alimentarios o la aparición de
miedos recurrentes, entre otros). "Ninguno es un indicador de bullying en
sí y pueden tener otros motivos, en particular en los adolescentes -dijo Caro-.
En todo caso, es necesario generar un espacio de diálogo, no un interrogatorio,
para dilucidar qué está pasando."
En la escuela, sugirió generar espacios sobre estos temas.
"Muchas lo hacen bajo el concepto de convivencia -dijo-. Los objetivos
apuntan a trabajar situaciones de maltrato, aprender a ponerse en el lugar del
otro, aprender a escuchar al otro. Todas conductas altamente deseables, pero no
fáciles de sostener. Hay que hablar de los problemas, no de las personas, para
no reproducir situaciones de acoso."
Para el psicólogo Javier Díaz, docente y supervisor de la
Institución Fernando Ulloa, el relevamiento es "un estudio importante y
descriptivo que nos muestra y denuncia un síntoma social, presente desde
siempre en la humanidad, pero que actualmente cobra una importancia relevante y
demanda resolución".
Y comentó: "A diario, en las consultas, vemos que los
adolescentes demandan ayuda para construir y edificar cimientos que fallan
desde los padres, que se posicionan desde un igual de amistad; desde las
instituciones, que se muestran más permisivas, y desde una sociedad de consumo
que alimenta y tapona la angustia con goces descartables que distraen,
desorientan y adormecen el deseo de crecimiento".
Un problema pendiente
Las ocho conductas a través de las que se manterializa el
bullying tienen características que hay que saber reconocer
1 Hostigamiento: 39,3%
Se manifiesta mediante el desprecio y la falta de respeto
por la dignidad del adolescente. Incluye la ridiculización, la burla, el menosprecio,
los apodos, la crueldad, el uso de gestos de desprecio y la imitación burlesca
2 Intimidación: 30,6%
Es más común con las mujeres.Las víctimas sufren
persecución, amedrentamiento, hostigamiento físico o acoso a la salida de la
escuela, que las "consumen emocionalmente"
3 Amenazas: 22,5%
La extorsión es el instrumento más utilizado en esta
conducta orientada a atemorizar y hasta poner en riesgo la integridad física
del chico o de su familia
4 Coacción: 44%
Se busca que la víctima actúe contra su voluntad, pero sobre
todo se persigue poder social en el entorno. Las víctimas pueden sufrir hasta
vejaciones, que callan por miedo o vergüenza
5 Bloqueo Social: 40%
Esta forma de acoso aísla al adolescente. Prohibirle jugar
en grupo y hablar con otros o exigir que nadie se relacione con él son
indicadores de un intento de quebrar la red social de apoyo del adolescente. A
veces, se lo hace llorar ante sus pares para presentarlo como alguien débil,
indefenso o estúpido
6 Exclusión social: 34,2%
El objetivo es aislar al adolescente de toda actividad.
"Vos no" es la expresión común para segregarlo socialmente. Al
"ningunearlo", tratarlo como si no existiera e impedir que se exprese
o participe en juegos, se produce el vacío en su entorno
7 Manipulación social: 25,6%
Esta conducta apunta a distorsionar la imagen social de la
víctima y poner al resto en contra a través de comentarios negativos y
distorsionados. Se "cargan las tintas" sobre lo que hace o dice, o
hasta lo que no ha dicho ni hecho. Todo sirve para inducir el rechazo de otros,
que se suman involuntariamente al "jefe" del acoso
8 Agresiones: 26,1%
Son los ataques físicos o psicológicos más directos y exigen
la intervención más urgente para proteger a la víctima. Incluyenel robo o la
destrucción de las pertenencias, gritos, insultos o burlas
Fuente: Diario La Nación - Ver más sobre Abuso