'Un pequeño aumento en el ingreso nacional no disminuye el número de enfermos'. 'Una clasificación económica arbitraria se traducirá en mayores brechas en salud'.
Si le preguntas a cualquiera en dónde se encuentra la mayor
concentración de necesidades de salud en el mundo, la mayoría pensará que en
los países más pobres. Los economistas y políticos que destinan fondos de
desarrollo para el sector de salud piensan exactamente lo mismo. Pero están
equivocados. Podría sorprenderte saber que más de la mitad de los programas
médicos de Médicos Sin Fronteras (MSF) se realizan en países catalogados como
de "ingresos medios".
Las necesidades de salud que vemos en estos lugares son
reales y muy urgentes. El problema reside en que, en un mundo cambiante, el
sistema internacional utilizado para categorizar las necesidades de salud de
acuerdo con el nivel de ingresos ya no es práctico. Definitivamente, ha dejado
de ser una base para definir el destino de los fondos para el sector salud, o
los precios para los medicamentos y las vacunas que salvan vidas.
Esta semana, los más grandes e importantes actores de la
comunidad de ayuda internacional están reunidos en Etiopía para discutir la
financiación para el desarrollo. Allí se van a discutir los Objetivos de
Desarrollo Sostenible, los sucesores de los Objetivos de Desarrollo del
Milenio. Estos objetivos, que servirán para los próximos 15 años, deben estar
basados en la realidad del mundo en el que vivimos. Y para que funcionen, debe
pensarse en las necesidades de salud en vez de en el Producto Interior Bruto
(PIB) por persona.
Deberían ser prioritarias las más altas cargas de morbilidad
para la salud materna e infantil; las tres enfermedades infecciosas más
mortíferas (VIH/SIDA, tuberculosis y malaria); y las enfermedades no
transmisibles (ENT). Todas ellas, se encuentran presentes en los países de
"ingresos medios".
En estos países reside el 70% de la población pobre y
enferma en el mundo. Esto es, se encuentran en el lado equivocado de un umbral
estadístico. Sí, la India tiene más billonarios que Reino Unido, pero también
tiene el mayor número de niños con desnutrición del planeta. Así, cualquier
sistema que ponga a China y a la República Democrática del Congo (RDC) en la
misma categoría necesita ser revisado de nuevo. Mientras tanto, los donantes
nos hacen creer que el crecimiento económico automáticamente se traduce en una
necesidad menor de ayuda al desarrollo para el sector salud, pero la realidad,
tristemente, es diferente.
El aumento de la inequidad de salud a nivel global demuestra
que un pequeño aumento en el ingreso nacional no disminuye el número de pobres
y enfermos, así como tampoco mejora la accesibilidad o calidad de los servicios
de salud a los que estas personas pueden acceder.
Iniciativas globales de salud de gran impacto como el Fondo
Mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria han visto cómo el
PIB per cápita ha sido impuesto como criterio para determinar el tamaño de la
asignación de la ayuda a los países, por lo que se corre el riesgo de que sus
intervenciones en comunidades necesitadas en países de ingreso medio sean
eliminadas.
Las consecuencias adicionales de este tipo clasificación,
basada en el ingreso medio, son frecuentemente pasadas por alto. La promoción
hacia este club implica restricciones internacionales más rigurosas sobre la
financiación, un incremento de los préstamos y una disminución en las
concesiones. El resultado son acuerdos comerciales más ajustados y regulaciones
de la propiedad intelectual con limitaciones para el acceso a medicinas,
vacunas e instrumental médico más barato.
En otras palabras, la clasificación económica arbitraria
puede llevar a que las cuentas médicas sean más elevadas incluso en países con
un mayor gasto per cápita en el sector salud. Esto se traducirá en mayores
brechas de salud que las organizaciones como MSF se ven obligadas a cubrir.
En la mayoría de los países de ingreso medio, los sistemas
de salud aún no se han dado cuenta de que los grupos más marginados y pobres no
tienen acceso a la atención sanitaria, y que la retirada de la ayuda de los
donantes puede dejar en un vacío a la financiación del sector salud que
afectaría a aquellos que más lo necesitan. La experiencia de MSF demuestra que
cobrar a pacientes por cuidados médicos básicos causa un daño directo y puede
empobrecer aún más a los hogares. Puede llevar, incluso, a la exclusión
sanitaria de los más necesitados.
En vez de revisar la lógica detrás de la localización de la
distribución actual de la ayuda y hacer una evaluación real de las necesidades
de salud de los países, un sinfín de equipos de consultores son contratados para
que jueguen con subcategorías, muevan umbrales y adapten fórmulas para
distribuir la ayuda. Categorías adicionales como "Países Menos
Desarrollados" y "Estados Frágiles y Afectados por Conflictos"
están siendo utilizadas para el rescate, añadiendo excepciones para un
acercamiento erróneo que hace todo mucho más complejo.
Es urgente una revisión más radical de este enfoque, que
incluya una evaluación de las necesidades de salud de la población. En la
actualidad, muchas crisis serias y costosas de salud pública, como un aumento
grave de casos de la tuberculosis resistente a los medicamentos, ocurren en
países donde con el soporte de ingreso medio no pueden lidiar con el coste que
implican estas enfermedades. Sin el apoyo internacional, estos países tendrían
incluso menos capacidad para alcanzar los objetivos internacionales de salud y
lograr tener las enfermedades bajo control.
Meinie Nicolai es presidenta del Centro Operacional de MSF
en Bruselas
Fuente: Diario El Mundo