martes, 22 de mayo de 2018

Crece el consumo del cigarrillo electrónico, pero nadie controla ni regula qué se fuma

Pese a estar prohibido, se vende sin restricciones por la Web o en espacios públicos. Y hay gente que se junta en bares y plazas a vapear. Los expertos aseguran que no es inocuo.

Los líquidos que se usan para el cigarrillo electrónico. Foto: Andrés D'ElíaSólo en el buscador más conocido de venta online salen 4.500 resultados tras escribir “cigarrillo electrónico”. Hay opciones básicas y también versiones más sofisticadas para vapear, una práctica cada vez más utilizada entre los argentinos, según señalan especialistas en tabaquismo consultados por Clarín. Internet no es el único sitio para adquirirlos: se consiguen en los parques y hasta los ofrecen los vendedores ambulantes en los semáforos. Esto ocurre a pesar de que está prohibida su comercialización por una disposición de la ANMAT. No está claro su impacto sobre la salud aunque los expertos advierten que no es inocuo. Además, preocupa la falta de regulación. “Hay una biblioteca a favor y otra en contra, tenemos que seguir investigando. El problema es que ya llegó, su uso viene creciendo a pasos agigantados y, al no ser legal, el que vapea no tiene certezas sobre lo que consume. Hay que cambiar la estrategia para proteger al usuario”, dice Marta Angueira, cardióloga y especialista en Cesación Tabáquica del Hospital Ramos Mejía.

El vapor sale por las ventanillas de los autos. En algunos bares y plazas también se ve a la gente con el cigarrillo electrónico, muchos lo usan en grupo. Son cilindros de tres centímetros de diámetro por 10 de largo. Suelen ser metálicos y cuentan con una batería que calienta el líquido que se introduce como en un nebulizador y, en general, contiene nicotina y saborizantes. Se carga como el celular. En uno de los extremos tiene un pico, similar al de una botella, por el que se inhala. Los más baratos salen $100 y hay opciones hasta por $3.000.

“La principal diferencia entre el cigarrillo común y el electrónico es que este último no tiene combustión, proceso que activa 50 sustancias cancerígenas, entre ellas el alquitrán, y promueve la aparición de radicales libres, que provocan trastornos cardiovasculares. Sin embargo, no es inocuo”, explica Cristina Borrajo, neumonóloga y ex presidenta de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria.

“Además de nicotina, que ocasiona problemas cardiovasculares y mantiene la adicción, el electrónico contiene un químico, el propilenglicol, que al calentarse a altas temperaturas para generar el vapor produce nitrosamina, otra sustancia cancerígena”, detalla Borrajo, que coincide en que hay un incremento en su consumo.

Entre los riesgos, también está la posibilidad de que explote la batería, (aunque los casos reportados son aislados) y que los niños sufran intoxicaciones por consumir accidentalmente los líquidos con nicotina.

Alejandro Videla, coordinador del Programa Nacional de Control del Tabaco del Ministerio de Salud de la Nación, también reconoce el aumento del consumo del cigarrillo electrónico aunque afirma que, a pesar de ello, no planean levantar la prohibición de la ANMAT de 2011, que fue ratificada en 2016, ya que “la intención del Ministerio es no incluir otro producto que lleve a la gente a consumir nicotina”. “Sabemos que está en la calle y que hay sitios en los que lo venden. Es complicada la fiscalización, porque el poder de policía de la ANMAT se limita a las farmacias”, agrega Videla.

La FDA (la Administración de Alimentación y Medicamentos de Estados Unidos) aprobó su utilización con las mismas restricciones que el cigarrillo y en la Unión Europea la situación varía según el país. “Inglaterra lo suma como un producto para dejar de fumar. Es la excepción. Sabemos que no sirve para eso. De hecho, la mayoría de los que lo usan con este fin (el 80%) termina enganchado con las dos cosas: fuma y vapea a la vez”, asegura el referente de la cartera de salud. Otro peligro, según él, es que resulta atractivo para los jóvenes: “Hay más adolescentes que lo eligen. Por los saborizantes (puede tener desde el gusto de una marca de cigarrillos hasta sabor a frutillas con cremas), por lo tecnológico, porque se lo venden como menos dañino y con onda. La realidad es que arrancan con el electrónico y terminan fumando cigarrillo convencional”.

Atrás de la versión electrónica, dicen expertos, estarían las tabacaleras. “Vieron que mucha gente estaba intentando dejar de fumar y no quisieron perder el mercado. En ese camino, detectaron un público joven que nunca había probado el cigarrillo común y optó por iniciarse con el electrónico”, sostiene Gabriela Senatore, presidenta de Asociación Argentina de Tabacología y especialista en Clínica Médica. La vinculación de las tabacaleras y la certeza de que no es inocuo hace que sea controvertida la decisión de darle un marco legal a su utilización, reflexiona Senatore, aunque asegura que “a pesar de eso, hay que regularlo para obligar a los fabricantes a revelar el detalle toxicológico de los ingredientes, limitar su uso, incluir advertencias sanitarias y avanzar en investigaciones a largo plazo”.

"Tiré el último atado y me quedé con el vapeo"

Sonia Spotorno (42) vapea vainilla con almendras, lemon pie y más. Cuenta con al menos 25 saborizantes y en su casa tiene 10 equipos que comparte con su marido. Ella descubrió el cigarrillo electrónico durante un viaje a Europa. Dice que su intención no era dejar el pucho pero que finalmente reemplazó uno por el otro. “Empecé a fumar a los 17 y dejé a los 38. Llegué a fumar un atado y medio por día”, dice.

La transición le llevó seis meses. “A los 20 días de vapeo y pucho pasé de 30 a 10 cigarrillos por día. Al final, me encontré fumando dos cigarrillos diarios. Ahí tiré el último atado y me quedé con el vapeo”, recuerda Sonia. Dice, además, que comenzó con un líquido que contenía 18 miligramos de nicotina y que hoy bajó a tres miligramos. Si bien faltan investigaciones a largo plazo para determinar el impacto del cigarrillo electrónica, Sonia asegura que, en su caso, percibe que cambiar uno por otro la ayudó a terminar con ciertos síntomas respiratorios que padecía al fumar. “Sufría de sibilancia (silbido al respirar), dos veces por año me enfermaba de bronquitis y me agitaba al caminar. Todo eso se me fue. Y recuperé el olfato y el gusto. Por eso, empecé a comer con menos sal”, detalla.

Cuenta que viaja mucho y trae líquidos y cigarrillos electrónicos de Europa y Estados Unidos. “En el aeropuerto nunca me pararon”, señala la mujer, que organiza reuniones con otros vapeadores: “Al principio nos juntábamos para compartir información sobre el tema, cuando se sabía poco. Con el tiempo nos hicimos amigos y ahora vapear es una excusa más para encontrarnos”.

Fuente: Diario Clarín - Ver más sobre Tabaquismo