Pese a estar prohibido, se vende sin restricciones por la
Web o en espacios públicos. Y hay gente que se junta en bares y plazas a
vapear. Los expertos aseguran que no es inocuo.
Sólo en el buscador más conocido de venta online salen 4.500
resultados tras escribir “cigarrillo electrónico”. Hay opciones básicas y
también versiones más sofisticadas para vapear, una práctica cada vez más
utilizada entre los argentinos, según señalan especialistas en tabaquismo
consultados por Clarín. Internet no es el único sitio para adquirirlos: se
consiguen en los parques y hasta los ofrecen los vendedores ambulantes en los
semáforos. Esto ocurre a pesar de que está prohibida su comercialización por
una disposición de la ANMAT. No está claro su impacto sobre la salud aunque los
expertos advierten que no es inocuo. Además, preocupa la falta de regulación.
“Hay una biblioteca a favor y otra en contra, tenemos que seguir investigando.
El problema es que ya llegó, su uso viene creciendo a pasos agigantados y, al
no ser legal, el que vapea no tiene certezas sobre lo que consume. Hay que
cambiar la estrategia para proteger al usuario”, dice Marta Angueira,
cardióloga y especialista en Cesación Tabáquica del Hospital Ramos Mejía.
El vapor sale por las ventanillas de los autos. En algunos
bares y plazas también se ve a la gente con el cigarrillo electrónico, muchos
lo usan en grupo. Son cilindros de tres centímetros de diámetro por 10 de
largo. Suelen ser metálicos y cuentan con una batería que calienta el líquido
que se introduce como en un nebulizador y, en general, contiene nicotina y saborizantes.
Se carga como el celular. En uno de los extremos tiene un pico, similar al de
una botella, por el que se inhala. Los más baratos salen $100 y hay opciones
hasta por $3.000.
“La principal diferencia entre el cigarrillo común y el
electrónico es que este último no tiene combustión, proceso que activa 50
sustancias cancerígenas, entre ellas el alquitrán, y promueve la aparición de
radicales libres, que provocan trastornos cardiovasculares. Sin embargo, no es
inocuo”, explica Cristina Borrajo, neumonóloga y ex presidenta de la Asociación
Argentina de Medicina Respiratoria.
“Además de nicotina, que ocasiona problemas cardiovasculares
y mantiene la adicción, el electrónico contiene un químico, el propilenglicol,
que al calentarse a altas temperaturas para generar el vapor produce
nitrosamina, otra sustancia cancerígena”, detalla Borrajo, que coincide en que
hay un incremento en su consumo.
Entre los riesgos, también está la posibilidad de que
explote la batería, (aunque los casos reportados son aislados) y que los niños
sufran intoxicaciones por consumir accidentalmente los líquidos con nicotina.
Alejandro Videla, coordinador del Programa Nacional de
Control del Tabaco del Ministerio de Salud de la Nación, también reconoce el
aumento del consumo del cigarrillo electrónico aunque afirma que, a pesar de
ello, no planean levantar la prohibición de la ANMAT de 2011, que fue
ratificada en 2016, ya que “la intención del Ministerio es no incluir otro
producto que lleve a la gente a consumir nicotina”. “Sabemos que está en la
calle y que hay sitios en los que lo venden. Es complicada la fiscalización,
porque el poder de policía de la ANMAT se limita a las farmacias”, agrega
Videla.
La FDA (la Administración de Alimentación y Medicamentos de
Estados Unidos) aprobó su utilización con las mismas restricciones que el
cigarrillo y en la Unión Europea la situación varía según el país. “Inglaterra
lo suma como un producto para dejar de fumar. Es la excepción. Sabemos que no
sirve para eso. De hecho, la mayoría de los que lo usan con este fin (el 80%)
termina enganchado con las dos cosas: fuma y vapea a la vez”, asegura el
referente de la cartera de salud. Otro peligro, según él, es que resulta
atractivo para los jóvenes: “Hay más adolescentes que lo eligen. Por los
saborizantes (puede tener desde el gusto de una marca de cigarrillos hasta
sabor a frutillas con cremas), por lo tecnológico, porque se lo venden como
menos dañino y con onda. La realidad es que arrancan con el electrónico y
terminan fumando cigarrillo convencional”.
Atrás de la versión electrónica, dicen expertos, estarían
las tabacaleras. “Vieron que mucha gente estaba intentando dejar de fumar y no
quisieron perder el mercado. En ese camino, detectaron un público joven que
nunca había probado el cigarrillo común y optó por iniciarse con el
electrónico”, sostiene Gabriela Senatore, presidenta de Asociación Argentina de
Tabacología y especialista en Clínica Médica. La vinculación de las tabacaleras
y la certeza de que no es inocuo hace que sea controvertida la decisión de
darle un marco legal a su utilización, reflexiona Senatore, aunque asegura que
“a pesar de eso, hay que regularlo para obligar a los fabricantes a revelar el
detalle toxicológico de los ingredientes, limitar su uso, incluir advertencias
sanitarias y avanzar en investigaciones a largo plazo”.
"Tiré el último atado y me quedé con el vapeo"
Sonia Spotorno (42) vapea vainilla con almendras, lemon pie
y más. Cuenta con al menos 25 saborizantes y en su casa tiene 10 equipos que
comparte con su marido. Ella descubrió el cigarrillo electrónico durante un
viaje a Europa. Dice que su intención no era dejar el pucho pero que finalmente
reemplazó uno por el otro. “Empecé a fumar a los 17 y dejé a los 38. Llegué a
fumar un atado y medio por día”, dice.
La transición le llevó seis meses. “A los 20 días de vapeo y
pucho pasé de 30 a 10 cigarrillos por día. Al final, me encontré fumando dos
cigarrillos diarios. Ahí tiré el último atado y me quedé con el vapeo”,
recuerda Sonia. Dice, además, que comenzó con un líquido que contenía 18
miligramos de nicotina y que hoy bajó a tres miligramos. Si bien faltan
investigaciones a largo plazo para determinar el impacto del cigarrillo
electrónica, Sonia asegura que, en su caso, percibe que cambiar uno por otro la
ayudó a terminar con ciertos síntomas respiratorios que padecía al fumar.
“Sufría de sibilancia (silbido al respirar), dos veces por año me enfermaba de
bronquitis y me agitaba al caminar. Todo eso se me fue. Y recuperé el olfato y
el gusto. Por eso, empecé a comer con menos sal”, detalla.
Cuenta que viaja mucho y trae líquidos y cigarrillos
electrónicos de Europa y Estados Unidos. “En el aeropuerto nunca me pararon”,
señala la mujer, que organiza reuniones con otros vapeadores: “Al principio nos
juntábamos para compartir información sobre el tema, cuando se sabía poco. Con
el tiempo nos hicimos amigos y ahora vapear es una excusa más para
encontrarnos”.
Fuente: Diario Clarín - Ver más sobre Tabaquismo