La Argentina es uno de los países de Latinoamerica con el
mayor porcentaje de mujeres en la ciencia. Representan un 52% del total de los
investigadores y el 60% del total de becarios del Conicet, según los últimos
datos que publicó el organismo en diciembre de 2016. A primera vista, estas
cifras parecen ser positivas para las científicas, pero cuando se analiza en
profundidad se revela otra realidad: sólo el 25% del total de investigadores
superiores son mujeres, mientras que representan el 60% entre los
investigadores asistentes.
Diana Maffía (64), doctora en Filosofía y directora del
Observatorio de Género del Consejo de la Magistratura explica que este fenómeno
estadístico se llama "efecto tijera". "La mitad de las mujeres
que entran se van abruptamente hacia abajo y la mitad de los varones se van
abruptamente hacia arriba", sostiene. Otras especialistas usan el concepto
"techo de cristal" para describir la barrera que se les impone a las
mujeres y no les permite acceder a cargos superiores. En el Día Internacional
de la Mujer y la Niña en la Ciencia, LA NACION dialogó con un grupo de
científicas acerca de los obstáculos que afrontan en su campo de trabajo por el
hecho de ser mujeres.
La maternidad, el principal factor de desigualdad
Maffía recuerda que en 1994, cuando fundó la Red Argentina
de Género, Ciencia y Tecnología, sólo el 8% de las mujeres llegaban al
escalafón más alto y advierte que la "meseta" de la carrera de las
mujeres coincide con el período reproductivo. "Los 10 años más complicados
de la trayectoria laboral son entre los 25 y los 35 -señala-. En esa etapa, hay
que competir muchísimo y dedicarse con mucha intensidad al trabajo científico.
La coincidencia con el período reproductivo de las mujeres hace que la mayoría
postergue la maternidad o directamente no se la plantee". De hecho, en la
década del 90, el 75% de las investigadoras superiores eran solteras, mientras
que solo el 25% de los varones eran solteros. "Los varones no tenían que
renunciar a una familia para dedicarse plenamente a la ciencia", indica
Maffía.
Valeria Edelsztein (35) es doctora en Química, diplomada en
Enseñanza de las Ciencias e investigadora adjunta del Conicet. Conoce las
dificultades que implica ser madre, hacer malabares para dedicarle tiempo a sus
hijos y a su vez consolidar su carrera: "No me di cuenta de las
desigualdades hasta que fui mamá", dice en diálogo con LA NACION. Sucede
que su primer hijo tuvo problemas respiratorios cuando nació y se topó con la
imposibilidad de conjugar su vida personal con su trabajo: "Terminé
renunciando a la docencia en la Universidad cuando me paré en frente de la
clase con mi hijo enfermo en un 'cangurito'", cuenta hoy, años después,
entre risas.
La ausencia de un régimen de licencia por paternidad es otro
de los factores que reproducen la desigualdad. "Es coercitivo porque si
las mujeres tienen licencia por maternidad y los varones no, las mujeres se van
a tener que hacer cargo de los cuidados", dice Agostina Mileo (30),
comunicadora científica y doctoranda en Historia y Epistemología de la Ciencia.
Estereotipos en la ciencia
En el imaginario colectivo, el personaje del científico lo
encarna un hombre grande con canas, los pelos revueltos y un guardapolvo
blanco. Edelsztein detectó que en los talleres con niños y niñas se repetía
esta imagen y que cuando preguntaba sobre mujeres científicas no aparecía un
modelo claro. Con esta idea en mente, creó el proyecto (recientemente publicado
en un libro) Contemos Historias, que recopila los trabajos demujeres
científicas de todo el mundo para divulgarlos y derribar los estereotipos.
"Hasta hace poco no sabía que cuando abro Twitter en mi celular, por
ejemplo, lo hago gracias al invento de Hedy Lamarr, la ingeniera y actriz que
creó las bases para el Wi-Fi", ejemplifica.
Por otro lado, Agostina Mileo, a través de su alter ego
"La Barbie Científica", desmitifica el estereotipo asociado a la
figura de la científica. "Normalmente la sexualidad no se expresa en el
aspecto. Yo no encajo con la imagen y se me ha subestimado mucho por eso",
afirma. Hoy forma parte de Economía Femini(s)ta, una organización conformada
por mujeres de diversas disciplinas que busca, entre otras cosas, visibilizar
la desigualdad de género a través de la difusión de datos y estadísticas. Al
igual que Edelsztein, Mileo señala que "está comprobado que a partir de
los seis años las nenas dejan de asociar la inteligencia con su propio
género" y propone: "Para la inclusión de las mujeres hay que cambiar
la imagen, establecer role models e incluirlas en la bibliografía. No puede ser
que la educación formal sea estudiar hombres".
El sesgo de género
Las científicas coinciden en que hay una condición
estructural e histórica por la cual características como la razón, la
inteligencia y la objetividad son vistas como masculinas. "No se nos
refleja en el objeto de estudio, que no es un sujeto universal y neutro sino un
'varón hegemónico': blanco, occidental y heterosexual", dice Mileo. Este
presupuesto, según la comunicadora, afecta negativamente a la producción
científica. "No es sólo una cuestión injusta para las mujeres -sostiene-
la humanidad toda tiene conocimiento de menor calidad del que podría
tener".
En los institutos de salud de Canadá, por ejemplo, se ha
logrado incorporar que los trabajos tienen que tener cierta cantidad de sujetos
femeninos o hembras en los ensayos para lograr la representación de las
mujeres.
Una de las fallas más graves, según Mileo, es que "los
científicos no creen en la existencia de los sesgos y, en consecuencia, la
lucha por la igualdad sólo la llevan adelante las científicas". Además,
advierte que "al ser un empleo precarizado no están dadas las condiciones
de base para que sea una lucha de la totalidad del sistema científico porque
primero pelean por sus puestos de trabajo y muchas veces el reclamo por la
igualdad se considera como banal".
Un camino hacia la equidad
Aunque hay una desigualdad estructural que todavía persiste,
la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología en conjunto con el Conicet
promovieron una serie de medidas para achicar la brecha. Dora Barrancos (77),
directora por Ciencias Sociales y Humanidades del Conicet, enumeró algunas de
ellas en diálogo con LA NACION:
• Una
investigadora embarazada dispone de un año más para presentar el informe
obligatorio anual.
• Se amplió
la edad límite de aplicación a la beca doctoral del Conicet de los 30 a los 32
años y la posdoctoral de los 32 a los 35. Si tienen hasta tres hijos, la edad
de aplicación se aplaza un año por cada hijo.
• Se
incorporó un protocolo para llevar adelante las denuncias de acoso.
• El
directorio del Conicet no avala reuniones científicas que no tengan equidad de
género. Esto se planteó a partir de que había numerosas reuniones científicas
en áreas disciplinarias saturadas de mujeres y en los Congresos y otras
reuniones no se reflejaba.
Fuente: Diario La Nación - Ver más sobre Ciencia