Adam Castillejo soportó una década de tratamientos
agotadores y momentos de desesperación para convertirse en la segunda persona
que se curó del H.I.V. Ahora, dice, “Quiero ser un embajador de la esperanza”
Un año después de que el “Paciente de Londres” fue
presentado al mundo como apenas la segunda persona curada de sida, él está
revelando su identidad: él es Adam Castillejo.
Castillejo, de 40 años, irradia salud y alegría, pero el
camino a su cura ha sido arduo y lleno de agonía, involucrando casi una década
de tratamientos agotadores y momentos de desesperanza total.
Durante ese tiempo, libró una batalla interna respecto a
salir del anonimato, en vista de la atención y el escrutinio que podrían
seguir. A final de cuentas, dijo, se dio cuenta de que su historia portaba un
poderoso mensaje de optimismo.
“Me hallo en una posición única, peculiar y que me llena de
humildad”, dijo. “Quiero ser un embajador de la esperanza”.
En marzo del año pasado, los científicos anunciaron que
Castillejo, identificado entonces como el “Paciente de Londres” (PL), se había
curado de sida después de recibir un trasplante de médula ósea para combatir su
linfoma. El donador portaba una mutación que impedía que el vih entrara a las
células, de manera que, en esencia, el trasplante sustituyó el sistema
inmunológico de Castillejo con uno resistente al virus. El procedimiento tenía
la intención de curar su cáncer y no es una opción práctica para la cura de
sida a nivel más general debido a los riesgos que conlleva.
Sólo se ha curado con éxito otra persona con vih —Timothy
Ray Brown, conocido como el Paciente de Berlín, en 2008. Los médicos de
Castillejo no estaban seguros la primavera pasada de que estuviera libre de
vih, y en lugar de ello lo llamaron una “remisión”.
Sus médicos ahora están más seguros de que ya no porta el
virus. “Creemos que ésta es una cura porque ha pasado otro año y hemos
practicado más pruebas”, señaló su virólogo, Ravindra Gupta de la Universidad
de Cambridge.
Para poner a prueba que estaba listo para contar su
historia, Castillejo estableció una dirección de correo electrónico y teléfono
para su vida como “PL” y abrió una cuenta de Twitter. En diciembre, preparó un
comunicado para que fuera leído en BBC Radio 4.
Después de hablar con sus médicos, amigos y su madre,
decidió que era el momento adecuado para contar su historia.
Castillejo creció en Caracas, Venezuela. Su padre tenía
ascendencia española y holandesa y trabajaba como piloto para una empresa de
ecoturismo. Sus padres se divorciaron cuando él era pequeño, así que fue criado
principalmente por su madre, quien vive con él en Londres.
“Ella me enseñó a ser la mejor persona que podía ser, no
importa las circunstancias”, dijo.
De joven, Castillejo se fue primero a Copenhague y
posteriormente, en el 2002, a Londres. En el 2003, lo diagnosticaron con vih,
el virus que causa el SIDA.
En ese entonces, un diagnóstico de vih frecuentemente era
visto como una sentencia de muerte, y Castillejo apenas tenía 23 años. “Fue una
experiencia muy aterradora y traumática”, dijo.
Con el apoyo de su pareja en ese momento, Castillejo
perseveró. Convirtió la pasión por la cocina en un empleo como sous chef en un
restaurante de comida fusión. Adoptó un estilo de vida saludable: comía bien,
hacía ejercicio a menudo, andaba en bicicleta, corría y nadaba.
Luego, en el 2011, exámenes mostraron que tenía un linfoma
en etapa 4. “Una vez más, otra sentencia de muerte”, recordó.
A eso le siguieron años de quimioterapias muy agresivas. El
estatus vih positivo de Castillejo complicaba las cosas. Cada vez que sus
oncólogos ajustaba su tratamiento para el cáncer, los infectólogos tenían que
recalibrar sus medicamentos para el vih, explicó Simon Edwards, quien era el
enlace entre los dos equipos.
A finales de 2014, los estragos físicos y emocionales de los
últimos años cobraron factura a Castillejo. Dos semanas antes de esa Navidad,
desapareció. Apareció cuatro días después afuera de Londres, sin recordar cómo
había llegado ahí ni qué había hecho. Dijo que pensó en ir a Dignitas, la
compañía suiza que ayuda a personas que padecen enfermedades terminales a quitarse
a vida. “Me sentía impotente. Necesitaba tener control y acabar con mi vida
bajo mis propios términos”.
Superó ese período sombrío y resurgió con la determinación
de dedicar el tiempo que le quedara de vida a luchar.
Pero en la primavera de 2015, sus médicos le dijeron que no
llegaría a la Navidad. Un trasplante de médula ósea de un donante fue visto
como una opción.
En Londres, Castillejo se reunió con Ian Gabriel, un experto
en trasplantes de médula ósea para el tratamiento contra el cáncer, incluyendo
en pacientes con vih. Gabriel explicó que la ascendencia latina de Castillejo
podría complicar la búsqueda de un donante de médula ósea.
Sin embargo, para sorpresa de todos, Castillejo fue
compatible con varios donantes, incluyendo un alemán —tal vez por la herencia
de la parte holandesa de su padre— quien portaba una mutación crítica llamada
delta 32, que inhibe la infección de vih.
Gabriel le comunicó la noticia en el otoño de 2015. “Después
de esa llamada tuve una gran sonrisa en el rostro. Ahí empezó el camino como
PL”.
A fines del 2015, la carga viral de vih de Castillejo volvió
a dispararse, retrasando el transplante varios meses mientras los médicos
ajustaban sus medicamentos. Recibió el trasplante el 13 de mayo de 2016.
Durante el siguiente año, Castillejo pasó meses en el
hospital. Bajó casi 32 kilos, contrajo múltiples infecciones y se sometió a
varias operaciones más. Sufrió cierta pérdida de audición y empezó a usar un
aparato. Sus doctores se preocupaban por cómo pasar sus píldoras para el vih
por su boca llena de úlceras.
Un año después, habiendo recuperado gradualmente sus
fuerzas, empezó a pensar en dejar los medicamentos para el vih y ver si había
desaparecido el virus. Tomó su último tratamiento antirretroviral en octubre de
2017. En marzo de 2019, Gupta anunció la noticia de su cura.
Otros en la comunidad seropositiva sintieron optimismo ante
la noticia, pero han expresado preocupación por la privacidad y salud mental de
Castillejo. Pero él dice ver a “PL” como su identidad de “trabajo” y está
decidido a vivir su vida privada al máximo.
No obstante, en conversaciones, sigue refiriéndose a sí
mismo como “PL”, no como Adam.
“Me tranquilizo cuando me llaman ‘PL’, dijo. “Pasar de PL a
mi nombre es un paso muy grande”.
Fuente: Diario Clarín - Ver más sobre VIH