Un artículo denuncia que la política está en el origen de
las desigualdades de salud. En el sistema falta liderazgo, transparencia y que se tomen
decisiones transfronterizas.
Un niño es pesado en una báscula rudimentaria en un consultorio de Chad. (UNICEF) |
Casi como un grito de auxilio, la revista británica "The
Lancet" lanza esta semana un provocador artículo especial en el que denuncia que
la política, las políticas que llevan a cabo gobiernos nacionales e
instituciones internacionales, están en el origen de las desigualdades de salud
que siguen sufriendo millones de personas en el mundo.
El texto -escrito en un tono muy duro- es un amplio análisis
dirigido por el profesor Ole Petter Ottersen, de la Universidad de Oslo
(Noruega) y otros 18 expertos en salud pública de destacadas instituciones, en
el que se tira de las orejas sin reparo a los líderes mundiales a quienes se
acusa, entre otras cosas, de no poner la salud en el centro de la agenda
política mundial.
Porque, como ellos apuntan, las desigualdades sociales no
son sólo consecuencia de la pobreza económica, sino de un sistema de gobernanza
mundial en el que falta liderazgo, transparencia, flexibilidad o capacidad de
tomar decisiones transfronterizas, entre otras cosas.
"Las naciones son responsables de la salud de los
ciudadanos, pero con la globalización, muchos determinantes de salud están
ahora fuera del control de un único gobernante y son inherentemente
globales", apuntan.
Citan, por ejemplo, el caso griego y cómo en el país heleno
se ha puesto de manifiesto que la austeridad que promulgan la mayoría de
instituciones internacionales ("neoliberales",
"desreguladoras", "privatizadoras" son algunos de los
calificativos) ha tenido consecuencias "desastrosas para la salud de los
ciudadanos" . En el extremo contrario, el texto recoge el ejemplo
islandés, donde "la inversión pública en programas de protección social ha
sido crucial en la recuperación económica del país y en el bienestar de su
población".
Avances traducidos en desigualdad
Imposible resumir en unas líneas los más de 30 folios en los
que los expertos de salud pública van tejiendo con sólidos argumentos una tela
de araña en la que se ve cómo, fenómenos como la inmigración (que afecta al 3%
de la población mundial), los conflictos armados (causa de casi 20 millones de
muertes en el siglo XX), los tratados de libre comercio, los aranceles a la
agricultura, las leyes de propiedad intelectual (véase el caso reciente de
sorafenib en la India ) o incluso los fenómenos climáticos extremos van
repercutiendo -de una u otra manera- en los determinantes de salud.
Y todos estos fenómenos, estas decisiones políticas, son las
causantes de que los grandes avances logrados por la medicina y la ciencia en
las últimas décadas estén beneficiando de manera tan desigual a según qué
ciudadanos. "Que los pobres soporten la mayor carga de enfermedad no es
simplemente un problema de pobreza, sino de desigualdades
socioeconómicas", argumentan. Por eso proponen la creación de algún tipo de
institución transnacional vinculante, con capacidad para vigilar y sancionar
según qué aspectos de la salud mundial que escapan al control de los gobiernos
nacionales.
"El crecimiento económico por sí solo no traerá buena
salud a los sectores más vulnerables de la sociedad", coinciden por su
parte los editores de la revista médica, Richard Horton y Selina Lo, en un
comentario en el mismo número; "únicamente con políticas contra la pobreza
no se resolverán algunos de los mayores retos que afronta la salud
mundial". Esos retos, concluyen, desbordan el sector puramente sanitario:
"Puede resultar algo obvio, pero las decisiones que se toman en los
diferentes dominios políticos rara vez tienen la salud en el centro de su
pensamiento".
Fuente: Diario El Mundo