jueves, 20 de agosto de 2015

Educación y salud, frente a la pobreza

La vinculación entre los niveles de educación y el cuidado de la salud, y por lo tanto el mejoramiento de la calidad y las expectativas de vida, merecería ser estudiada más profundamente en la Argentina. ¿Por qué? Por cuanto también la educación se relaciona estrechamente con la pobreza. A menor nivel de formación aumenta la probabilidad de que la pobreza se consolide. Asistiríamos, entonces, a un triángulo cuyos lados es conveniente atender de manera conjunta.

Ya existen estudios en el mundo, así como publicaciones que profundizan el análisis para determinar cuánto influye un menor acceso a la educación en la salud y el bienestar de las personas. Es aceptado que la salud y el bienestar no dependen de aspectos únicamente médicos. En verdad, cada vez más se comprueba que existe una conexión del todo. Lo que antes parecía que nada tenía que ver con la sanidad hoy se sabe que ejerce una influencia significativa en términos de esperanza de vida. La Organización Mundial de Salud, a través de su comisión sobre Determinantes Sociales ha señalado que “la injusticia social está acabando con la vida de muchísimas personas”. Y las desigualdades sociales en salud son visibles y las diferencias encuentran en flagrante desventaja a los más desfavorecidos. Miremos a nuestro interior como país y observaremos con nitidez este fenómeno. A mejor condición social, una prestación en salud de mayor calidad. Algo similar sucede en la educación, aunque nos esforcemos por negarlo. Leímos recientemente a Miguel Hernández, catedrático y presidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, que decía: “una mejor educación se asocia a una vida más larga, porque aquellos que tienen mayor nivel educativo son más propensos a tener los recursos y el conocimiento para seguir comportamientos más saludables, ganar más dinero y vivir con menos estrés crónico”. Agregaba: “el nivel educativo que una persona alcanza se relaciona con su nivel de alfabetización y su nivel de conocimiento de la salud, y esto está vinculado con sus conductas: a mayor nivel educativo, mejor nutrición, se hace más ejercicio y se consumen menos drogas”.

Abundaba: “con una mejor educación mejora la respuesta frente a la enfermedad: el paciente tiene una mayor adherencia a los tratamientos y a las pautas terapéuticas”. Antoni Trilla, jefe de epidemiología del Hospital Clinic de Barcelona apunta: “si queremos hacer una verdadera promoción de la salud, un aspecto clave es la educación”. El indagar acerca del infortunio de la baja educación realza la importancia de lo que los salubristas definen como “salud en todas las políticas”. Conclusión: mejorar el nivel educativo contribuye eficazmente a no perpetuar la pobreza. Según datos de UNICEF, si todos los niños del mundo aprendieran a leer, 171 millones de personas abandonarían su situación de pobreza absoluta.

Norberto Rodríguez

Secretario general de la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ-YMCA)

Fuente: Diario Clarín