La ortorexia, palabra que deriva del griego y que significa
literalmente "hambre por la comida correcta", se ha convertido en un
típico trastorno alimentario de estos tiempos, que se presenta en jóvenes,
especialmente en la adolescencia femenina.
Este comportamiento se manifiesta en los años en que la
persona busca afirmar su autonomía y se lo demuestra con una conducta
disconforme, a menudo caprichosa, que se revela en formas anárquicas de elegir
las comidas. Suele generar conflictos en el hogar, ya que el modo de actuar en
la mesa deja de ser compatible con el del resto de la familia.
El cambio se inicia como un intento de mejorar la calidad de
la composición de lo que se ingiere, modo de obrar que se va convirtiendo en
obsesivo en cuanto a "lo prohibido" y a lo que algunos jóvenes
sostienen que "debe" comerse, según ha explicado la especialista
Juana Poulisis. Por lo tanto, un rasgo que define este trastorno es la rigidez
con la cual una persona aplica criterios restrictivos en la elección de los
alimentos cotidianos.
No debe confundírselo con la anorexia, una perturbación
también vinculada a la ingestión de alimentos que se caracteriza por la
reducción de la cantidad de lo que se come y que es fomentada por ciertas
publicidades y patrones culturales erróneos y muy pérjudiciales. La ortorexia
pone el acento en la calidad de lo ingerido, pero cuando se torna más aguda
también puede convertirse en anorexia.
Así lo aprecia la directora del Centro Especializado en
Desórdenes Alimentarios, Olga Ricciardi. Normalmente, siendo la adolescencia
una edad de crecimiento, las necesidades de nutrición aumentan notablemente,
pero eso no lo admite quien padece el trastorno considerado, un trastorno cuyo
ideal es mantener un cuidado extremo de los alimentos que se ingieren, acaso
por exceso de sensibilidad a ciertas publicidades de nuestro tiempo que exaltan
la delgadez extrema.
Las consultas sobre la sintomatología comentada se
intensificaron en los últimos años y en pacientes cada vez más jóvenes.
Cuando la normativa que los jóvenes se imponen en su
alimentación les restringe posibilidades de acción, los problemas de salud que
padecen se van manifestando. Ahora bien, el enfermo no es consciente de ello.
Por el contrario, suele resistirse a encarar un tratamiento. También muchos
padres suelen engañarse con respecto a la interpretación de la conducta filial
referida a la alimentación.
Es evidente que estos problemas se acentúan si las personas
comen más veces afuera y menos en sus casas, como un signo de mayor
independencia y de otra etapa de la convivencia entre padres e hijos. Es muy
importante también que los jóvenes conozcan con claridad sus necesidades
orgánicas de calorías, proteínas, calcio, hierro y vitaminas.
Los padres y la escuela deben unirse en esa información, lo
mismo que el comentario en torno a la mesa familiar sobre el caudal de noticias
al respecto que bombardea a los jóvenes, cuya inexperiencia en la materia
termina perjudicándolos.
Fuente: Diario La Nación - Ver más sobre Alimentación