La nueva declaración sobre atención primaria carece de una
estrategia para afrontar las causas políticas y económicas base de la inequidad
en el acceso a servicios de salud.
Hace exactamente 40 años todos los países firmaron una
Declaración en Alma Ata (Kazajistán) sobre la Atención Primaria de Salud (APS)
que cambió completamente la forma de trabajar en el sector. Hasta ese momento,
los sistemas sanitarios descansaban en el trabajo en hospitales, donde la
población era una mera receptora de servicios, y las prioridades de los
sistemas se centraban en intentar dar una medicina lo más especializada posible
mediante grandes hospitales que estaban en las ciudades. Unos sistemas que
evidentemente dejaban sin gran parte de servicios sanitarios a la población que
no tenía acceso a estos hospitales, bien por razones económicas, geográficas o
culturales.
Pero en la Declaración de 1978 de Alma Ata, la situación
cambió completamente. Esta Declaración pretendía que en el año 2000 hubiera “un
aceptable nivel de salud para todas las personas”. Y por primera vez había un
consenso mundial en reconocer que era inaceptable que hubiera diferencias en
las distintas poblaciones del mundo, tanto entre países como internamente en
cada país.
Los elementos más destacados de esta Declaración fueron:
#1 La prevención se priorizaba sobre la curación.
#2 La salud no solamente descansa en la sanidad, sino que
aspectos como el agua, la nutrición y otros determinantes de la salud se
consideraron extremadamente relevantes para la mejora de la salud de las
personas y las poblaciones, y por lo tanto la salud es vista desde un prisma
multidimensional.
#3 Las personas tenían el derecho y el deber de participar
en las tomas de decisiones sobre las mejoras de la salud, y por lo tanto ser en
parte responsables de su salud. Los gobiernos eran los responsables últimos de
la salud de su población
#4 La globalización ya estaba presente en esta Declaración.
Afirmaba que las inequidades mundiales en salud no podrían ser cambiadas sin un
nuevo desarrollo social y económico, basado en un Nuevo Orden Económico
Internacional.
El acceso a medicamentos, el comportamiento de empresas que producen artículos que pueden afectar a la salud de las poblaciones, las nuevas tecnologías, son aspectos que debemos regular si queremos de verdad luchar contra la inequidad en salud
Esta Declaración totalmente innovadora en su tiempo, ha servido
de base para mucho del trabajo en salud hasta el momento. Pero,
desgraciadamente, no hubo ninguna observación sobre la rendición de cuentas que
deberían haber hecho los países, y por lo tanto su desarrollo ha sido muy
diverso en el mundo.
En muchos países, la APS se ha reducido a ser la puerta de
entrada de las personas al sistema de salud, trabajando con algunos servicios
de salud pública que supervisaban algunos de los determinantes de la salud,
como, por ejemplo, la calidad de las aguas. En otros países más empobrecidos,
la APS ha sido selectiva, esto es, se generaba un paquete mínimo de servicios
preventivos para una parte de la población (normalmente la vacunación de la
infancia y los controles de las embarazadas), pero dejaban fuera de las medidas
a gran parte de la población y de sus problemas de salud, como las enfermedades
no transmisibles.
A finales de octubre de 2018 en Astaná (también en
Kazajistán) se reunieron los delegados de los países del mundo y parte de la
sociedad civil para renovar el compromiso con la APS en esta nueva era, donde
los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la cobertura sanitaria universal son
los ejes del desarrollo y de la salud mundial. En esta Declaración se mantiene
el objetivo de tener “la mejor salud posible para todas las personas”, y
también se asume el liderazgo de los países en promover y proteger el derecho a
la salud de su ciudadanía, teniendo presente un enfoque multidimensional de la
salud, abordando los determinantes económicos, sociales y ambientales de la
salud e incorporando un enfoque de salud en todas las políticas. No solamente
implicando a los servicios sanitarios. Reconoce que existen muchas necesidades
de salud de las poblaciones no cubiertas, especialmente para las personas más
pobres y vulnerables. Pretende también “satisfacer las necesidades de salud de
todas las personas a lo largo del ciclo de vida, a través de servicios
integrales de prevención, promoción, curación, rehabilitación y cuidados
paliativos”. Una APS centrada en las personas, equitativa (especialmente
sensible a las inequidades de género), segura, aceptable y eficiente.
En principio, el renovar el compromiso con una APS que luche
contra las inequidades en salud es una buena noticia. En el editorial del 20 de
octubre de la revista Lancet, se afirmaba que “el 80-90% de las necesidades en
cuidados de salud que necesita una persona a lo largo de la vida pueden ser
provistos en el marco de la APS”. Una salud vista desde un prisma
multidimensional es una buena perspectiva.
La APS, como la salud, no puede ser una foto estática que determine un camino inmutable para los próximos 10 o 12 años
Pero el vaso lo podemos ver medio lleno o medio vacío: la
sociedad civil tiene una visión ambivalente, sobre todo por los vacíos que se
observan en esta nueva declaración respecto a la de hace 40 años. La más
importante es la ausencia de un análisis y una estrategia para afrontar las
causas políticas y económicas globales que han supuesto grandes barreras para
la inequidad en el acceso a los servicios de salud, y que en Alma Ata se
planteó como la creación de “un nuevo orden económico mundial”.
Esta visión de que hay problemas globales económicos,
sociales y sanitarios a los que debemos dar una respuesta no tiene tanta fuerza
en la nueva Declaración. El acceso a medicamentos, el comportamiento de
empresas que producen artículos que pueden afectar a la salud de las
poblaciones (tabaco, alimentos procesados, bebidas alcohólicas y azucaradas),
el uso de las nuevas tecnologías, son aspectos globales que debemos regular si
queremos de verdad luchar contra la inequidad en salud. Es importante definir
el papel de todos los agentes, públicos y privados, en la salud mundial, y
sobre todo anteponer el derecho de la salud a intereses comerciales o
políticos.
Queda mucho camino por recorrer, y la APS, como la salud,
tiene que evolucionar, no puede ser una foto estática que determine un camino
inmutable para los próximos 10 o 12 años. Sin embargo, no todo vale. Los
principios sobre los que se sustenta se deben cimentar con un enfoque de
derechos. La APS puede y debe ser una gran herramienta para mejorar la salud
mundial, pero debe suponer muchos cambios en cómo entendemos la salud.
Actualmente existe una percepción individual de la salud, pero la salud global,
colectiva, tiene mucho peso en nuestra propia salud. Defender una APS que asuma
los retos de la salud global supone el primer paso para defender nuestra propia
salud.
Fuente: Diario El País