Rosa, en calidad de anonimato, me cuenta que está muerta.
Muerta para sus padres, amigos y vecinos, que –según ella–
pusieron una lápida con su nombre en un cementerio de Guayaquil, Ecuador, al
que le llevan flores cada tanto.
"Desde que tengo esto, todos mis conocidos me
discriminaron", cuenta Rosa, que dio positivo en un examen de VIH hace
tres años cuando estaba embarazada de su cuarto hijo.
Pero al pequeño, hoy en día, le brillan los ojos cuando su
madre le peina sus rebeldes crespos.
Y ella, que pasó de ser profesora a recicladora, dice estar
feliz porque su hijo está próximo a graduarse como negativo de un programa de
18 meses contra la trasmisión de VIH de madre a hijo.
Al menos mil niños de madres con VIH han nacido sin
infección gracias a un programa que articula las labores del gobierno
ecuatoriano, la organización VIHDA, el Hospital Gineco-Obstétrico Enrique
Sotomayor de Guayaquil y la Universidad de Duke, en Estados Unidos.
Y todo debido en gran parte a unos sobres –conocidos acá
como sachet– parecidos a los que entregan con salsa de tomate en los
restaurantes de comida rápida.
Con la diferencia que en este caso contienen
antirretrovirales para los bebés.
"Sobre de salsa de tomate"
El Enrique Sotomayor de Guayaquil es el hospital
materno-infantil más grande de Sudamérica: allí nace el 20% de los niños
ecuatorianos, unos 100 al día.
El hospital –que depende de la obra social de una Junta de
Beneficencia integrada por personas pudientes de la ciudad– espera trasladarse
a otro edificio a final de año porque éste, que ocupa una manzana, se quedó
pequeño.
El bebé de Rosa nació en alguna de las numerosas salas de
parto del hospital, donde después de recibir su trágico diagnóstico ha obtenido
apoyo psicológico y médico de manera gratuita.
Rosa explica que, como parte de los tratamientos, ha tenido
la oportunidad de probar los diferentes métodos de aplicación del medicamento
en el bebé, que debe recibir los antiretrovirales durante sus cuatro primeras
semanas de vida.
"Antes nos daban un tarro con un gotero, pero eso se
regaba y era difícil saber cuánto era la dosis", le explica a BBC Mundo.
Lo mismo ocurría con las jeringas y las cucharas que usaban
para administrar el medicamento, señala.
"Pero con el sachet es fácil darle las goticas al bebé
en la boquita sin que se riegue ni dañe".
Además de entregar una dosis indicada, con el sachet se
evita el contacto del medicamento con el aire y, por consiguiente, su
descomposición.
Paciente y activista
El sachet fue diseñado por un grupo de estudiantes, muchos
de ellos ecuatorianos, de la prestigiosa universidad de Duke, en Carolina del
Norte.
Pero llegó a los corredores del Enrique Sotomayor gracias a
las gestiones de uno de sus viejos pacientes: el guayaquileño Humberto Mata,
que hace 47 años nació en uno de esos cuartos.
Dedicado a los negocios de autopartes y hasta hace unos años
político de la provincia de Guayas, Mata creó la Fundación VIHDA para la
prevención del contagio de VIH.
Graduado de la universidad de Harvard, Mata se considera
parte de la generación del "holocausto de los años 80", cuando miles
de jóvenes estadounidenses murieron de Sida.
"Enterré a muchos de mis amigos", recuerda en
conversación con BBC Mundo.
Con esta inquietud en mente, Mata investigó: "Nos dimos
cuenta que el tema del VIH en bebés no se trataba, cuando es un peligro que,
además, es evitable".
"Nos volvimos un estilo de puente entre el sector
público, que paga por la gran parte de las medicinas, y el hospital Enrique
Sotomayor, donde se concentra un enorme número de casos de madres con
VIH".
Y a esa "unión de fuerzas" añadieron el proyecto
de grado de los científicos de Duke, el sachet, que está en prueba en varios
países de África y puede servir de ejemplo para el mundo entero.
Detección temprana y educación
Ecuador, como varios países de América Latina, tiene un alto
índice de embarazo adolescente. Hay comercio sexual y, según Mata, un problema
grave de educación sexual.
"¿Tú puedes creer que encuestas han mostrado que el 40%
de los ecuatorianos piensa que el VIH se trasmite por un mosquito?", se
pregunta retóricamente.
El VIH se tramite, sobre todo, por trasfusiones de sangre o
relaciones sexuales.
Pero las madres que viven con VIH también pueden contagiar a
sus niños, con 50% de probabilidad en el parto, 30% en el embarazo y 20% en la
lactancia.
"En el hospital tenemos un índice de contagio del 0% en
las madres que recibimos con el embarazo en sus primeros meses", explica
la doctora Mercedes Ortiz, jefe del Comité de Control de Infecciones del
hospital.
"Pero el problema es que la mayoría de las madres
positivas, un 53%, nos llega horas antes del parto, cuando ya se empieza a
complicar la prevención de la infección".
Esas madres reciben antiretrovirales antes del parto, se les
practica una cesárea y se les elimina la lactancia.
Con eso, y a pesar de innovaciones como el sachet, aún hay
una pequeña cantidad de madres que contagian a sus hijos en Guayaquil.
Cuba, hace unas semanas, fue declarado por la Organización
Mundial de la Salud como el primer país en tener 0% de contagio de VIH entre
madre e hijo.
Pero Ortiz cree que, para lograr ese número en el hospital,
se necesita de un programa de educación sexual a nivel ciudadano y nacional.
"Porque el VIH no vuela, el VIH se trasmite por el
chiqui-chiqui".
Fuente: BBC Mundo - Ver más sobre HIV